Somos seres sociales y tenemos esta preciosa herramienta “la comunicación” para relacionarnos. Sin importar que idioma hablemos, que gestos o que posturas utilicemos, siempre podemos elegir desde que emoción o sentimiento lo hacemos.
El tono, el timbre, la fuerza, el sentido de nuestras palabras tiene “todo que ver” con nuestra intención al hablar. Si bien es cierto, que como seres humanos tenemos que experimentamos las emociones como algo propio de nuestra especie, sí hemos trabajado en nosotros, sabemos que, el poder identificarlas y el cómo trabajarlas, influyen de manera positiva nuestra vida y nuestro entorno.
Hay un refrán que dice: “lo que de la boca sale, del corazón proviene” y yo diría, que de la emoción y de la intención también provienen.
La palabra dicha, crea con la energía que es hablada e irradia de la misma energía a quien la escucha: edifica o destruye, motiva o desmotiva, empodera o ataca, en fin… refleja claramente nuestro interior y repito…nuestra intención. Y es que no es sólo lo que hablamos, sino de qué hablamos, muchas veces solo repetimos, criticamos, reprochamos y chismoseamos al no poner en sintonía nuestra mente, alma, corazón y boca. Caemos en el bla, bla, bla, la quejadera, la maledicencia sin ser conscientes de ellas.
Por fortuna, siempre podemos escoger algo diferente a esto y hacer de nuestra manera de comunicar un estilo de vida: comunicarnos desde el amor incondicional, la empatía, la cordialidad, la neutralidad y el respeto. Hablar de nosotros, no de los demás, hablar desde la coherencia, eligiendo también el no hablar; de ahí que, comunicarnos conscientemente es también poder parar y dejar de hablar por hablar. Por eso aquí va otro refrán: “Si no tienes nada bueno que hablar, mejor no digas nada”.
Escrito por:
Rosa Amor
Coach Angelical de Vida
Conductora CHIEC Reino Animal
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